
Son muchas las parejas que tienden a olvidar las razones por las que escogieron a una persona en concreto como su acompañante más íntimo, ese ser querido con el que un día desearon pasar el resto de su vida. Se enamoraron de su honestidad, tal vez de su simpatía, pudo ser de su entusiasmo o de lo bien que lo pasaban cuando estaban junto a ella.
Todos nos juramos amor eterno, "hasta que la muerte los separe" oímos en las bodas; "contigo pan y cebolla", encontramos en nuestro sabio refranero ¿Pero qué suele ocurrir después de unos pocos años de convivencia? La relación se deteriora, aparecen las críticas, los menosprecios, la indiferencia...
No pretendo salvar matrimonios, para eso ya hay expertos a los que acudir, tan sólo quiero repetir lo que oí en una conversación con unos amigos.
La reunión
Nos habíamos juntado los miembros de una asociación gastronómica a la que todos pertenecíamos desde hacía varios años, así que nos conocíamos bastante bien y el motivo concreto de esa reunión fue la celebración de las bodas de oro de una pareja de miembros. Como era habitual allí la preparación de la comida fue todo un rito y los comentarios y disputas sobre la forma de hacer el guiso y del tipo de vino que debía acompañar semejante festín animaban la fiesta.
No alargaré el tema culinario, tan sólo diré que como suele suceder después de una copiosa comida acompañada de un vino excelente, comenzó una sobremesa tranquila. Se habló de varios temas hasta que finalmente alguien recordó el tema de la reunión, los 50 años de casados de nuestros amigos.
Después de brindar varias veces en su honor no tardaron en salir chistes acerca de lo aburrido del matrimonio, de la monotonía, de lo bien que vivían los solteros, de cómo habían podido vivir tanto tiempo juntos, de si se aguantaban, que porqué no cambiaban a la pareja por dos de 35, o mejor, por tres de 25, etc. Su respuesta nos sorprendió a todos.
- No sólo no estamos cansados el uno de otro sino que cada día nos queremos más -
A todos nos pareció una frase hecha hasta que vimos el brillo de sus ojos y la forma tan cariñosa con la que se besaron y abrazaron, no mentían.
Creo que muchos de nosotros, más jóvenes que ellos, nos ruborizamos un poco por nuestro sentimiento interno de pequeña envidia y de ahí que algún presente empezara a despotricar contra el matrimonio. Ellos no reaccionaron en contra, tan solo se miraron y sonrieron. A pesar de las críticas contra el matrimonio, la esposa y el esposo continuaron agarrados de la mano durante un buen rato hasta que el marido preguntó.
- ¿No será que vuestras críticas contra el matrimonio son debidas a falta de amor? El silencio apareció repentinamente. Como si fuera un profesor que nos preguntara la lección, todos nos miramos de reojo mientras fingíamos doblar la servilleta, beber agua o que buscábamos al camarero.
- Vosotros criticáis mucho el matrimonio, o digamos relación de pareja puesto que ya poca gente se casa. ¿Cuántos lleváis una relación feliz? - De las 12 parejas que estábamos allí tan sólo dos reconocimos que estábamos contentos con nuestra pareja. Y una de ellas era la formada por este matrimonio.
- ¿Y os habéis preguntado alguna vez por qué no sois felices en vuestra relación?- Nadie contestó
- ¿Cómo vivís el tiempo que pasáis con vuestras parejas? ¿Viendo la televisión, trabajando? Tal vez estáis más interesados en vosotros mismos que en la otra persona. No basta con ir al cine o de cena de vez en cuando, hay que hacer mágico cada segundo compartido -
Todos pusimos caras pensativas pero nadie le interrumpió.
- No se trata de hacer grandes cosas. No creo que un matrimonio sea mejor o peor por las cosas que se compran o regalan, sino por la calidad del tiempo que se vive juntos. ¿Cuántas veces al día os decís te quiero? - Nadie quería responder.
- Nosotros nos las decimos al menos tres veces cada día. Seguramente os parezca un numero pequeño pero os puedo asegurar que es más que suficiente si lo llevas diciendo más de 50 años.
Esas son las primeras palabras que María oye cuando se despierta, las mismas que yo oigo antes de dormirme y son palabras que siempre han venido acompañadas de un beso.
Durante el día también nos decimos varias veces que nos queremos. Utilizamos un lenguaje secreto. Veréis, cada vez que paseamos o estamos juntos y pienso en lo mucho que la quiero aprieto su mano varias veces. No tengo que decirle nada más, ella ya sabe lo que quiero decir -
- Y yo siempre le doy un beso por las mañanas y vamos juntos de la mano mientras paseamos, cosas que muchos de vosotros, más jóvenes, apenas hacéis - se animó a contar María.
- No criticamos al otro sus defectos porque sabemos muy bien que todos tenemos defectos. Por supuesto que hay cosas del otro que no nos gustan pero cuando estamos a punto de saltar siempre recordamos los buenos momentos que hemos pasado juntos y el enfado desaparece, no porque no hablemos sino porque lo hablamos con tranquilidad, sin ansia de dañar - continuó narrando Javier.
- También nos apoyamos siempre que intentamos algo por primera vez. Yo ya estoy muy mayor para hacer ciertas obras en casa, inventar nuevos platos, incluso escribirle una poesía, sin embargo María siempre me anima, al igual que yo la animo cuando me enseña el cuadro que acaba de pintar. Nunca llegará a ser Picasso pero la animo porque sé que ha puesto mucho esfuerzo y mucho cariño en él. Ahora contestadme ¿Qué hacéis vosotros cuando vuestro cónyuge se equivoca o hace algo mal? ¿Cuándo fue la última vez que le dijisteis que le amabais?
El silencio se podía cortar con un cuchillo. Javier y María se dieron un beso y se dedicaron unas sonrisas. Nosotros les mirábamos mientras reflexionábamos.
Poco después salíamos del local obligados por nuestros compromisos pero una cosa teníamos todos claro, sin duda alguna aquella conversación produciría cambios en nuestras vidas.
Puede que lo que comentaron estos dos amigos parezca trivial y un caso excepcional pero yo seguiré sus consejos. Quizá con cosas tan triviales consiga que mi matrimonio sea tan excepcional como el suyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario