Quizá pensé demasiado alto,
tal vez mi sueños eran pretenciosos.
Eso dice mi mente.
Tengo miedo.
¿Llegaré?
¿Podré?
Lanzo una respuesta lapidaria:
No soy suficiente.
¿Cómo llegué a esa conclusión?
No lo sé.
Un desierto del silencio,
un desierto de la provisión.
Pirámides de miedo
movilizadas por la fe.
Aguas estancadas,
el río ha comenzado a moverlas.
El proceso ha comenzado.
Cuando mi mente dice
"Nunca tuviste una relación real".
"Todo terminó".
Ni siquiera sé por qué...
otra vez nace de mí pedir perdón.
El Espíritu responde:
"¿Por qué te condenas?"
Nace una conversación.
"No lo sé Papá, no me sale nada,
te equivocaste conmigo".
"Ni la muerte,
ni la vida,
ni ángeles,
ni principados,
ni potestades,
ni lo presente,
ni lo por venir,
ni lo alto,
ni lo profundo,
ni ninguna otra cosa creada
podrá separarte de mi amor".
"Pero yo no soy digno".
"Yo te hice digno".
"Pero no soy suficiente".
"Mi amor es suficiente".
"Perdón".
"Ya te perdoné en la cruz".
"¿Quien soy para que me mires?"
"Mi hijo".
Una conversación en medio del desierto.
Una respuesta como un río.
Un muerto, volviendo a la vida.
Un Papá abrazando la eternidad del hijo.
Un hijo, volviendo a casa.
Escrito por Cris Ariel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario