SE NECESITAN LAGRIMAS PARA GANAR ALMAS
Por Wesley L. Duewel
George Whitefield fue uno de los evangelistas más elocuentes de la historia de la iglesia. Solía predicar a multitudes de diez y veinte mil personas. Una vez, en Escocia, estimó haber predicado a cien mil durante un servicio en que diez mil profesaron su conversión. Fue poderosamente ungido por el Espíritu Santo. El doctor Martyn Lloyd-Jones escribe que Whitefield predicaba, casi invariablemente, con torrentes de lágrimas rodando por sus mejillas, y se conmovía tan gran y profundamente que miles venían a Cristo; decía Whitefield "paso postrado en el suelo días y semanas enteras orando."
Se necesita más que lágrimas para ganar almas. No me refiero a las lágrimas que derramas en la carne por lástima propia. Ruego por lágrimas de amor como las de Cristo, derramadas por nuestra gente y por el perdido, lágrimas que convulsionan nuestros corazones en intercesión mediadora. Se vean o no las lágrimas en tus ojos, tu corazón debe, llorar. Dios siempre sabe cuán profundos son nuestros anhelos y clamores en nuestros corazones. El mide la profundidad de nuestro preocupado amor y del compasivo quebrantamiento de nuestra intercesión por el prójimo. No busques la emoción por amor a la emoción. No intentes elaborar emoción tratando de conmover a Dios o al hombre, aunque la emoción es parte inseparable de nuestro ser. No podemos separar la emoción del sagrado amor por Dios y el prójimo. Nuestro lugar primario para llorar debe ser nuestro cuarto secreto de oración porque ahí es donde debemos interceder diariamente por nuestra gente (Jeremías 13:17).
Gentileza Graciela Bordoli (Intercesora-COE).
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