De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de os cielos. Mateo 18:3
Vivo en una zona que tiene cuatro estaciones, y se distinguen muy bien.
En primavera, verano y otoño nadie puede resistirse a su belleza. En invierno todo es sucio, frío y a veces muy helado. Cuando llega la primavera, todos la disfrutamos, pero con la primavera a veces llegan las tormentas eléctricas o tempestades de lluvia. ¡Créeme, tenemos nuestra cuota de tormentas!
Después del trabajo, de camino a casa, pasé a buscar a mi hijo Joseph en la guardería. Era un hermoso día de primavera. Joseph, de tres años, siempre era un niño felíz, excepto cuando había tormenta. ¡Cuando había tormenta tenía mucho miedo!
Todavía teníamos unas cinco millas por delante antes de llegar a casa. La primera milla era un día hermoso: el sol brillaba, los pájaros cantaban, las flores mostraban su esplendor. Pero antes de que nos diésemos cuenta, se nos vino una tormenta terrible: lluvia copiosa, truenos, rayos y vientos fuertes. Joseph tenía tanto miedo que temblaba. Este día dije, como lo hago siempre:
Pon la cabeza en el apoyacabeza y cierra los ojos. Antes de que te des cuenta estaremos en casa.
No le hice saber que yo estaba casi tan asustada como él; los padres a veces ocultamos lo que sentimos.
Joseph dijo:
Mami, voy a orar a Jesús porque sé que me ayudará,
Inclinó la cabeza, cerró los ojos y oró en voz alta:
Querido Jesús, por favor ayúdame a mí y a mamá a llegar a casa a salvo. Tengo miedo de la tormenta; por favor haz que la tormenta pare:
Levanto la cabeza y dijo:
Jesús va a parar la tormenta,
Yo he visto este tipo de tormentas antes, así que sabía que no iba a parar. El cielo estaba muy oscuro. Pero cuando estábamos a una milla de la casa, la tormenta se detuvo, y el sol volvió a brillar en su hermosura. Joseph me miró y dijo: te dije que Jesús detendría la tormenta.
En ese mismo instante vi lo que Jesús quiso decir cuando dijo que a menos que nos hagamos como niños no entraremos en el reino de los cielos.
Señor, ayúdame a tener la fe y la confianza de un niño.
Por Odessa S. Gentles.
Gentileza Maria Soledad Alvarez.
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